O. J. Simpson  (Getty Images)
O. J. Simpson (Getty Images)

Este Búho lee algunos detalles sobre la muerte de, la recordada estrella de fútbol americano y actor que fuera acusado del doble asesinato de su esposa Nicole Brown y su amigo Ron Goldman durante la década del 90. Además, estuvo preso por robo. A raíz de su fallecimiento, luego de una larga batalla contra el cáncer de próstata, estoy volviendo a ver la serie documental ‘0.J.: Made in America’, dirigida y producida por Ezra Edelman (2017).

Una producción imprescindible sobre un hito de la cultura popular: el ascenso al estrellato del futbolista ídolo de Estados Unidos y luego comentarista y actor afroamericano, hasta su turbulenta y estrepitosa caída. Recordemos que su esposa apareció en la puerta de su residencia prácticamente decapitada, con signos de haber sufrido una gran paliza y varios cortes.

‘O.J.: Made in America’ arranca de manera brutal. Una cárcel en medio del desierto. Allí buscan al reo O.J., a quien llevan a una sala donde un juez y una jueza lo interrogan para ver la evolución de su adaptación al encierro. El artista, multimillonario antes del juicio, cuenta que trabaja limpiando los pisos del gimnasio y entrena al equipo de fútbol americano de los presos.

Pero de allí nos trasladamos en un flashback al campus de la bella Universidad del Sur de California. A inicios de los años sesenta. No hay alumnos negros, solo blancos, aunque al único joven negro lo persiguen las camaras de televisión para entrevistarlo. Es un O.J. Simpson jovencito, quien acaba de ser becado y va a jugar para el equipo universitario de la USC que aspira al campeonato de su archirrival, la UCLA. Todos en la universidad esperan que, con la llegada de este extraordinario ‘corredor’, vuelvan los laureles a la ‘pituca’ USC. Llega acompañado de su novia afroamericana Margaritte, tras ‘robársela’ a su mejor amigo. Se casaron, tuvieron cuatro hijos y él la dejó por Nicole Brown.

El jugador es un negro pintón, estilo Cassius Clay, gloria afroamericana del boxeo. Pero ambos serán como el agua y el aceite. El crecimiento de la fama de los dos deportistas se da en medio de la explosiva situación de la comunidad negra en Los Ángeles. Muchos afroamericanos habían emigrado desde los segregados estados del sur buscando nuevas esperanzas en Los Ángeles, pero se encontraron viviendo en barrios pobres y con pocas salidas, y tratados por la Policía con métodos brutales.

El documental abunda en material filmográfico de agresiones explícitas de policías blancos contra negros ,que ignoraban los jueces. Hasta el asesinato de una jovencita negra baleada en la cabeza en un market por una mujer coreana,a la que una jueza blanca absuelve. Los Ángeles se vuelve un polvorín.

Cassius Clay protesta y se rehúsa a ir a morir a Vietnam como miles de negros. Se reúne con el líder radical Malcom X. Los atletas negros que ganaron medallas en las Olimpiadas alzan el puño en la ceremonia en señal de protesta del ‘Black Power’ y la Federación los sanciona. A Clay le quitan el título.

Mientras O.J. triunfa en el fútbol profesional en Los Broncos de Nueva York. Hace comerciales para lujosos autos de blancos. Su cara está en todos los anuncios de televisión. Sus ‘hermanos’ negros le reclaman que ‘se una a la lucha’. Su respuesta los saca del cuadro. ‘Yo no soy negro, soy O.J.’.

En el documental hablan más de 70 personas: amigos de infancia, millonarios que jugaban golf con él y lo contrataban para anuncios, la familia de Nicole y Ron, policías y detectives, miembros del jurado. La serie nos explica el por qué del brutal asesinato de su mujer y de Ronald Goldman, un joven que estaba en el lugar menos indicado en el momento más inapropiado. La minuciosa reconstrucción del crimen y el retrato del matrimonio Simpson, con grabaciones de reiteradas llamadas de Nicole al 911 denunciando que su esposo O.J. ‘la quería matar’ y que la Policía no se tomaba lo suficientemente en serio para averiguar, es uno de los puntos mejor logrados de la serie.

Estos temas se tocan a través de mucho material de la época, logrado en un exhaustivo trabajo de documentación de dos años. Una de las cosas más interesantes son las entrevistas que Edelman utiliza no solo para contarnos cómo se desarrolló el juicio, sino para profundizar más en el contexto social en el que se produjo todo. Son especialmente notables los testimonios de los abogados que estuvieron implicados en el juicio y, sobre todo, los de la fiscal del caso, Marcia Clark.

O.J. nunca probó su inocencia

O.J. nunca probó su inocencia. Fue obligado en 1997 a pagar 33 millones de dólares de reparación civil a los deudos. Diez años después lo capturaron en Las Vegas por múltiples delitos: robo a mano armada, secuestro y coacción. Lo sentenciaron a 33 años con un mínimo de nueve. Luego de pasar diez años en la cárcel de Nevada recuperó su libertad. Ya no podía ufanarse de nada.

En un noticiero de la ABC -poderosa y antigua cadena televisiva- abrieron las camáras y un indigente afroamericano mandó un mensaje: ‘Ya no te ufanes en decir que eres O.J., ahora solo eres un vulgar negro expresidiario como nosotros’. Como diría el siniestro Don King: ‘Only in America’. Apago el televisor.

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