Mi gente de la Fe de Cuto, uno durante la vida pasa diferentes momentos, en distintos aspectos, en lo económico, lo amoroso, en lo familiar, también en el trabajo, etc. Por eso hoy les quiero contar lo que me tocó vivir en el último año como futbolista profesional, allá por el 2015 cuando defendía la camiseta de Los Caimanes de Puerto Eten, en Chiclayo, club que ese año militaba en la segunda profesional.

Los inicios de Cuto Guadalupe en el fútbol. (Fotos: Trome)
Los inicios de Cuto Guadalupe en el fútbol. (Fotos: Trome)

El año 2015 había empezado mal para mí. El teléfono no sonaba, no recibía propuestas de ningún club profesional. Eso me generaba mucha angustia, desesperación. Ya los equipos profesionales habían empezado su pretemporada y las posibilidades de recibir una propuesta eran casi nulas, a esa altura.

Pero revisando, en retrospectiva, el final del año 2014 no había sido bueno para mí, no terminé jugando en César Vallejo y sumado a mi edad creo que me jugaban en contra, para llegar con un buen panorama al año 2015. Tenía todo en contra. Era una realidad. Había que asumirlo, aunque uno no pierde la fe.

Pasaron los días, ya con los equipos por debutar en la profesional, una mañana de febrero me entró la llamada del presidente de Los Caimanes, que a finales del año 2014 me había propuesto jugar por su equipo que para ese momento ya había perdido la categoría. Pero uno se resiste jugar segunda. En esa llamada me volvió a proponer jugar por su club. Al final acepté la propuesta. Obviamente, lo económico no era lo mismo. Pero había trabajo con la expectativa de hacer un buen año, campeonar y volver con el equipo a la profesional. Esa era el objetivo.

Al frente del equipo, también conocido como ‘Lacoste’ estaba Claudio Techera, un viejo conocido mío. Me había dirigido cuando recién llegué a Juan Aurich en el 2008. Sabía que yo era una persona que entendía el abc del fútbol, siempre lo más importante de un equipo es hacer un buen grupo, ser un líder positivo.

El equipo efectivamente se había armado para campeonar y volver a la profesional. Estaba conformado por un plantel competitivo con jugadores como Maximiliano Antonelli, Maximiliano Lombardi, Marcelo Papano, Mario ‘Machito’ Gómez, Michael ‘Solanito’ Guevara, Johnny Vegas, Julio Aliaga, Moisés Cabada, Lalapú, Israel Khan, Ronal Céliz, Julio Pérez, entre muchos otros.

El equipo no empezó muy bien, y muy rápido lo cesan a Techera. En su lugar traen a Marcial ‘Charapa’ Salazar. Empezaron los problemas económicos. Un mes de deuda, dos meses y seguimos contando. Con las deudas había la preocupación de los daños colaterales. Uno tenía responsabilidades que cumplir, pero no solo de uno, detrás de cada futbolista hay una familia. Hay que pagar el alquiler del departamento, el colegio de los hijos, en fin, todos los gastos de una familia y otras responsabilidades más.

Mi primera preocupación y angustia fue pasar la pensión de mis hijos cada fin de mes. Como no pagaban tuve que agarrar una cadena de oro que lo compré, en partes, en mis inicios del fútbol cuando jugaba en Universitario. Me iba a la Av. Balta donde había una casa de empeño. Ahí me daban 4,000 soles por la cadena y tenía 30 días para poder sacarla, obviamente pagando una tasa de interés que era manejable. Así podía cumplir con mis hijos puntualmente cada fin de mes. Pero el drama continuaba en casa, no había para comer. No tenía para el combustible. Alguna vez habrán escuchado esa frase: me paraban de cabeza y no me caía ni un céntimo. Estábamos aguja maruja, como dicen en el Callao.

El panorama era desolador. No podré olvidar que algunos amigos de Lima me ayudaron con algo de dinero. Me enviaron unos centros al primer palo para capear el momento. Como olvidar a Carlos Reyna que desde Bélgica vía Wester Unión me ayudó en más de una oportunidad. Pero la crisis continuaba. Los problemas se agudizaban más, día a día.

Para ese momento Omar Reynoso, que hacía el papel de preparador de arqueros del equipo, ya lo habían botado de su habitación, o estaban a punto de sacarlo, por lo que le dije que se viniera a vivir a mi departamento. Imagínense, yo un jugador grande, experimentado, la pasaba mal, como la estarían pasando los jugadores nuevos o jóvenes. Saquen sus conclusiones. La primera enseñanza, guarden pan para mayo. El dinero se acaba.

UN DÍA INOLVIDABLE

En esa situación de incertidumbre total, como la canción, flaco, ojeroso y sin ilusiones, un día junto con Omar Reynoso nos fuimos al Centro Comercial Real Plaza Chiclayo, pero reitero no teníamos un sol en los bolsillos. Pero por esas cosas de Dios, justo pasaba por la tienda Adidas y de ella salía Roberto Benavides. A él lo conocía desde el 2009 y siempre me había invitado para ir a visitarlo a su pueblo, allá en Tongorrape, a dos horas de Chiclayo, aproximadamente. Nunca había podido ir por distintos motivos o situaciones.

Luego de un afectuoso saludo entre los dos, Roberto Benavides me vuelve a hacer la invitación para ir a visitarlo a Tongorrape. En ese momento, le digo la verdad como siempre he actuado: Amigo Roberto, encantado de ir, pero te digo que no tengo ni para la gasolina. Él ni bien me escuchó se llevó la mano derecha al bolsillo, sacó su billetera y me dio un fajo de dinero con lo cual podía tanquear mi carro, pagar el peaje y quedó algo más todavía. Luego nos despedimos y hubo un compromiso para ir a visitarlo.

Esa acción sería el inició de un nuevo comienzo para nosotros denominado: Plan sobrevivencia. Desde ese momento, con ese fajo de billetes le dije a Omar Reynoso vamos a hacer un negocio. Él me miro sorprendido, todavía no me entendía. Yo sabía que ‘Don A’, esa es la chapa de Omar Reynoso, sabía cocinar, yo ya había probado en muchas oportunidades su sazón. En ese momento me proyecté viendo a Omar Reynoso como un gran chef.

Vamos a ponernos a vender menús, tú vas a cocinar, le dije. Omar seguía sin entender nada. Vamos a casa. En el camino te voy a explicar el plan. Luego de explicarle en detalle cada movimiento de nuestro nuevo emprendimiento, el cual serviría no solo para ayudarnos nosotros, sino también para los jugadores jóvenes del equipo que no cobraban. Omar, me dijo, pero ellos no tendrán dinero para paganos, a lo que le respondí, ellos pagarán el día que el club les abone. Así les ayudaremos, el dinero que me dio mi amigo Roberto Benavides serviría para apalancarnos y financiar la compra de los víveres para preparar los menús.

Al día siguiente antes del entrenamiento, corrimos la voz de la venta de menús en mi departamento. Puse las reglas claras en precio y pagarían cuando el club les abonara los sueldos. Así empezamos nuestra aventura de vender menús con postre incluido. Unos 10 jugadores se apuntaron. Luego de cada entrenamiento nos íbamos al mercado, donde en cada puesto nos atendían de maravilla. Nunca olvidaré que por cada compra que realizaba, ellos me daban mucha yapa. La gente me recordaba mucho ya que había salido campeón con Juan Aurich en el año 2011. Por un kilo de papas me daban el doble y así en cada producto.

Sinceramente, la venta de menús fue un éxito. Todos los días vendíamos unos 12 a 15 menús, ya teníamos para comer nosotros y normalmente nos quedaba para la cena. Eso ya era bastante. Así seguimos parejitos todo el año. Cada que el club pagaba, les decía: ya muchachos pasando por ‘cajatambo’, Omar saca la lista negra, uno por uno, todos cumplieron pagando lo acordado según lo consumido, así el negocio funcionó como debe ser.

La historia continuará.

Nos leemos el próximo lunes.

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