El Chato Matta cuenta otra de las tantas aventuras del abogado más mujeriego y ‘partido’, el gran Pancholón.
El Chato Matta cuenta otra de las tantas aventuras del abogado más mujeriego y ‘partido’, el gran Pancholón.

El Chato Matta llegó al restaurante por un sabroso chanchito al palo bañado en cerveza, con papitas doradas, ensalada fresca y ajicito molido. Para calmar la sed pidió una jarra con emoliente y cebada. “María, recibí el llamado urgente del gran Pancholón, el abogado más mujeriego y partidor que han visto mis ojos. ‘Chatito, me dijo con voz bajita, somos saunita papaaaaaaa, están cambiando la hierba, solo cuídate de los resentidos y mala leche’. Llegué y encontré al gordito sancochándose a más de 50 grados en la cámara de vapor. Salimos, un duchazo a la española y pedimos dos cervezas. Chato, tú eres mi hermano, escucha estos audios de wasap’.

Era la voz llorosa de la abogada tóxica. “Pancho, no sé por qué eres malo conmigo, que siempre he sido fiel y te amo con todo mi corazón. Eres muy mentiroso. Tienes muchas cosas buenas como hombre, pero me engañas. Siempre vuelvo con la esperanza de que cambies y no… Solo espero que algún día admitas que me has hecho llorar. Yo ilusionada contigo y con la esperanza de que cambies, pero me haces caer mal. Ya no soporto más. Te encanta mentir, pero yo siempre me entero de las cosas, te seguí, Pancho, vi que entrabas a ese local con esa mujer y después al hotel. Te vi con esa mujer, ¿yo he sido mala contigo para que me hagas eso?”...

En eso sonó la canción del salsero Jeinson Manuel que también es tramposo... ‘No es secreto/ Perdóname por no mostrarme todos mis defectos/ Ahora que estás sola/ Dime si me echas de menos, tan solo un poquito/ Quiero saber si te duele lo mismo que a mi/ Porque yo no puedo respirar/ Sin ti… ”Papá, que hago mi oficina con un pan dijo. Lo que pasa es que conocí a la ‘Gata’. Fue a mi oficina con un pantalón apretadito, una cintura de avispa y una carita de ‘pechadora’. Llegó como cliente de mi socio, pero él no estaba, y me clavó una mirada que me desnudó. “Doctor Pancholón, me han hablado mucho de usted. Podría hacerle una consultita, pero no sé cómo le voy a pagar’, y me miró de pies a cabeza.

Me la llevé a comer un cebiche a Chucuito y tomamos unas cervecitas. A la hora ya estábamos chapando y dos horas después en La Posada. Pero cometi el error de pedir más trago a la habitación. El licor la desquició. Me gritó que era un sinvergüenza. ‘Desgraciado, cochino. Eres una basura. Yo me preguntaba qué demonio se le había metido y pensaba seriamente en buscar un exorcista. Para colmo, la abogada tóxica me siguió hasta el hotel. Los mujeriegos también sufrimos, dijo. Me voy a esconder. Esas locas son capaces de todo. Además, antes de que me vaya a la Copa América todas quieren encerronas y tengo que hacerla bien, de lo contrario pierdo por goleada”. Pucha, ese señor Pancholón recibe su merecido por cochino. Ya está viejo y sigue más sinvergüenza. Me voy, cuidense.

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